Roberto Molina
Hace algunos días en cadena nacional se daba un anuncio que pareciera que poco ha importado: México ocupa el primer lugar en obesidad en el mundo.
Meses atrás se especuló y se movió a todo un gabinete para algo que llamaron emergencia nacional por el virus del AH1N1 y a pesar de las voces de expertos en el tema que decían se estaba sobredimensionando ese problema, se continúo con la alarma.
Hoy nadie dice nada con respecto a la obesidad. Los secretarios de salud están enmudecidos, los congresos de los estados no han buscado puntos de acuerdo para exhortar a las autoridades a tomar cartas en el asunto.
Pareciera que a nadie le importa el futuro del país. Nos sorprende la tragedia en Haití pero no hacemos caso a una tragedia aún mayor: la obesidad en México.
Podríamos pensar que las razones pueden ser de dos: los compromisos con las transnacionales que fabrican comida chatarra son muy grandes y son parte de la mafia que desgobierna este país o sencillamente estamos entrando en un valemadrismo social.
Tenemos a un tercio de los niños del país con este problema y qué decir de los jóvenes y los adultos. El país se está condenando a que en un futuro muy cercano destine una gran parte de sus recursos al tratamiento de enfermedades crónicas e irreversibles.
Por lo pronto nuestros niños obesos empiezan a sufrir aislamiento social y baja autoestima, estados depresivos, alteraciones en las articulaciones, alteraciones cutáneas y hemodinámicas.
Un niño obeso ve limitadas sus capacidades físicas e intelectuales, sus movimientos se entorpecen y presentan dificultad para respirar, pueden desarrollar más fácilmente crisis asmática y lo peor, están generando todas las condiciones para desarrollar Diabetes Juvenil y en el futuro están destinados a desarrollar Diabetes Tipo II, Obesidad Mórbida e insuficiencia renal crónica.
Los jóvenes obesos sufren deterioro en la calidad de su vida sexual, estados depresivos y frustración además de alteraciones con el colesterol y una hipertrigliceridemia y otros empiezan a sufrir crisis hipertensivas.
Los adultos obesos son presa fácil de la Diabetes tipo II, de los cuadros hipertensivos, de los infartos y desde luego de las insuficiencias renales.
¿Qué sigue en un país de obesos? Sin duda una sociedad diezmada, no productiva, frustrada y llenando los hospitales por múltiples complicaciones. Sigue la solicitud de riñones por doquier y el gasto de millones y millones de dólares solo para tratar complicaciones que en nada beneficiaran a los enfermos.
¿Será acaso mucho pedir que exista en el país toda una cruzada para poner a nuestro pueblo en movimiento a través de programas de educación y acondicionamiento físico? ¿Que se necesita para prohibir en las escuelas la venta de los productos chatarra?
Voluntad, esa que es muy difícil tener cuando a los que dirigen los destinos de este país les importa más el 2012 que el bienestar de los mexicanos.
Por lo pronto Calderón bien pudiera ser propuesto para un nobel, pues con sus políticas económicas y de salud ha hecho de México un país de pobres y lo que es peor de obesos.
Meses atrás se especuló y se movió a todo un gabinete para algo que llamaron emergencia nacional por el virus del AH1N1 y a pesar de las voces de expertos en el tema que decían se estaba sobredimensionando ese problema, se continúo con la alarma.
Hoy nadie dice nada con respecto a la obesidad. Los secretarios de salud están enmudecidos, los congresos de los estados no han buscado puntos de acuerdo para exhortar a las autoridades a tomar cartas en el asunto.
Pareciera que a nadie le importa el futuro del país. Nos sorprende la tragedia en Haití pero no hacemos caso a una tragedia aún mayor: la obesidad en México.
Podríamos pensar que las razones pueden ser de dos: los compromisos con las transnacionales que fabrican comida chatarra son muy grandes y son parte de la mafia que desgobierna este país o sencillamente estamos entrando en un valemadrismo social.
Tenemos a un tercio de los niños del país con este problema y qué decir de los jóvenes y los adultos. El país se está condenando a que en un futuro muy cercano destine una gran parte de sus recursos al tratamiento de enfermedades crónicas e irreversibles.
Por lo pronto nuestros niños obesos empiezan a sufrir aislamiento social y baja autoestima, estados depresivos, alteraciones en las articulaciones, alteraciones cutáneas y hemodinámicas.
Un niño obeso ve limitadas sus capacidades físicas e intelectuales, sus movimientos se entorpecen y presentan dificultad para respirar, pueden desarrollar más fácilmente crisis asmática y lo peor, están generando todas las condiciones para desarrollar Diabetes Juvenil y en el futuro están destinados a desarrollar Diabetes Tipo II, Obesidad Mórbida e insuficiencia renal crónica.
Los jóvenes obesos sufren deterioro en la calidad de su vida sexual, estados depresivos y frustración además de alteraciones con el colesterol y una hipertrigliceridemia y otros empiezan a sufrir crisis hipertensivas.
Los adultos obesos son presa fácil de la Diabetes tipo II, de los cuadros hipertensivos, de los infartos y desde luego de las insuficiencias renales.
¿Qué sigue en un país de obesos? Sin duda una sociedad diezmada, no productiva, frustrada y llenando los hospitales por múltiples complicaciones. Sigue la solicitud de riñones por doquier y el gasto de millones y millones de dólares solo para tratar complicaciones que en nada beneficiaran a los enfermos.
¿Será acaso mucho pedir que exista en el país toda una cruzada para poner a nuestro pueblo en movimiento a través de programas de educación y acondicionamiento físico? ¿Que se necesita para prohibir en las escuelas la venta de los productos chatarra?
Voluntad, esa que es muy difícil tener cuando a los que dirigen los destinos de este país les importa más el 2012 que el bienestar de los mexicanos.
Por lo pronto Calderón bien pudiera ser propuesto para un nobel, pues con sus políticas económicas y de salud ha hecho de México un país de pobres y lo que es peor de obesos.